Unos patos vuelan sobre la nada
El estilo de
Ana María Matute en Los soldados lloran
de noche es, o quiere ser, evocador, atmosférico, pero acaba siendo
vaporoso, insustancial. Es el suyo un estilo preciosista, estilizado, que no arraiga en
nada, salido de la mano de una autora que parece que se regodee en una escritura espesa, hecha a base de frases talladas con cuidado
pero cuyo resultado final es vacuo. Estamos ante un número ensayado, pensado para
encandilar, para maravillar, un poco como esos adormecedores movimientos de
manos del hipnotista (que nada consigue). Miguel Delibes definió a la perfección
el estilo de Ana María Matute en Muerte y
resurrección de la novela, arguyendo también que la predilección por los nombres
atípicos de sus personajes, como Jeza, por ejemplo, es otro rasgo distintivo de
ese estilo que se quiere diferente, pero que, añado, acaba siendo cursi y desconcertante. En la
novela, de todos modos, hay un diálogo que es un involuntario haikú
humorístico: “Esos locos. / ¿Qué locos? / ¡Están locos!”.
Por otro lado,
tenemos en la novela de Adelaida García Morales El silencio de las sirenas una excepcional historia de amor
escrita con un estilo contenido, de frase corta, contraída, que sí resulta
evocadora y sugerente. Emplea García Morales un recurso
narrativo que pone distancia al ardor amoroso, a esa contumaz pasión de la
protagonista que no es la narradora. Exacto: la narradora es una amiga de la
verdadera protagonista, y a través ella nos llega su historia de amor. Con un estilo menos recargado, o, mejor dicho, más transparente, transmite las furias sentimentales de su amiga con la perspectiva del espectador, entendiendo y cuestionando a la vez. No necesita comparaciones ni descripciones metafóricas del entorno para ilustrar el interior casi enloquecido de la amiga. Todo está medido y esa contención se trasciende a sí misma. Va, digamos, de abajo a arriba en la misma medida en que en Los soldados lloran de noche se queda todo arriba, como nubes intangibles.
Qué diferencia
hay entre esos dos libros. La que quiere ser evocadora es cursi; la que quiere
ser elevada no consigue transmitir sensaciones y sus frases vuelan, como los
patos de Leopoldo María Panero, sobre la nada. Y la que se contiene, la de la voz alejada, sabe que llegará a las temperaturas apasionadas de su
historia de amor sin incurrir en la cursilería ni en la afectación.
M'apunto el de l'Ana María Matute, per no llegir-lo!
ResponderEliminarBen fet... En canvi, el de la García Morales és una meravella. Una tràgica història d'amor ben lligada i gens cursi, cosa difícil.
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