The Guilty
La ópera prima del
director danés Gustav Möller, enigmáticamente traducida por estos lares no al
castellano sino al inglés –The Guilty–
pertenece a ese archipiélago de películas concisas, compactas, ceñidas a sí
mismas, parcas, lacónicas, incisivas y autolimitadas que viajan al fondo de sí
mismas y, protagonizadas por un único personaje, se trascienden. Infierno azul, The Buried, 127 horas, Locke o El muro, de entre las más o menos recientes, también forman parte
de este grupo.
En The Guilty, un policía (interpretado por Jakob Cedergren), está
temporalmente degradado, por así decir, a trabajar como teleoperador en el
servicio de emergencias. Entre llamadas rutinarias que nada le aportan, vemos
cómo es, sus crueldades y, a través de ellas, el posible porqué de su situación
actual. Confinado en este cubículo en el que ahora está, el protagonista se
enfrenta a sí mismo y a la llamada atroz sobre la que gira la película.
The
Guilty está llena de elipsis que se van poblando de
pequeñas explicaciones, no siempre necesarias, que acaban de configurar el
cuadro general de la historia. Todo ocurre donde no se ve. O casi. Le sobran
algunos pasajes que sirven de explicación detallada de la vida del
protagonista. Su conflicto queda claro sin tanta explicación, entre otras cosas
porque, para la película, es más importante saber que tiene sus propios demonios que saber cuáles son exactamente. La elipsis es ese espacio vacío
donde el espectador o el lector completa la obra. Aquí, esas elipsis están
semiamuebladas.
La película tiene una mirada
comprensiva. No juzga al que se equivoca. Es una mirada introspectiva que se
enfrenta a los horrores que ve en el interior de uno mismo. La llamada –esa
llamada de auxilio– es la contrapartida oculta, exteriorizada en la elipsis, de
esa mirada. De todos modos, los diálogos son tan vivos y tan visuales que nos
podemos hacer una idea bastante exacta, bastante precisa de lo que no vemos.
Podría, como digo, haberse apoyado un poco más en las virtudes narrativas,
expansivas, de la elipsis.
La interpretación
contenida del actor principal me hace pensar que en manos de un director
español, del, por decir algo, Dani de la Torre de El desconocido, el protagonista hubiera incurrido en una
interpretación mucho más visceral, más encendida y explosiva que este Jakob
Cedergren que da vida al personaje casi único de la película. Aquí vemos una
interpretación algo fría, contenida, que sin embargo acaba siendo sugerente y
muy directa.
Director, guionista y
actor sobrellevan, como en Taxi Driver,
el peso de la película, sí, pero a este mérito tripartito le podemos añadir una
fotografía gélida, transmitidora de una fría luz artificial de oficina cerrada,
que, sumada al brillo de las pantallas de ordenador, se funde con los
sentimientos encallados del personaje. El director ha equilibrado bien las
fuerzas internas y, como ya digo, tripartitas de la película. Alarga, por ejemplo, algunos primeros planos después de cortar la llamada, y en ese
alargo hay tensión y espera e inquietud. En un solo primer plano. Como ha destacado John Tones en su crítica para Espinof,
el diseño de sonido es también excelente. Todas las voces y sonidos ambientes
nos llegan a través de conversaciones telefónicas entrecortadas. De eso y de
las expresiones del actor.
Pese a no entregarse
por completo a la elipsis, ese recurso clave para este tipo de historias
centrípetas, The Guilty está a la
altura estratosférica de Locke, y espero
que se lleve el reconocimiento no de las academias, sino del público y del
tiempo.
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