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Graciosas variaciones (o la entrada chorra de este mes)




Cuando empezaron a llegar las primeras películas de Marlon Brando a España, la gente tuvo una idea. Vieron que el nombre era harto difícil de pronunciar, que uno podía marearse o herniarse si lo intentaba. Así las cosas, el actor pasó a convertirse en Melón Blando, mucho más asequible y gracioso que el complejo nombre original. Lo mismo sucedió con Frank Sinatra, el enclenque mafiosillo, cuyo nombre presentaba serios problemas para nuestros abuelos y abuelas hasta que castellanizaron su nombre y lo convirtieron en Flan Sin Nata, y ya siempre fue Flan Sin Nata.



Es una manera como cualquier otra de familiarizarse con la realidad, asirla mediante el lenguaje y conocerla mejor. Una manera popular de hacer lo que hacen los eruditos y los poetas, que es poner nombre a lo desconocido para que deje de sernos hostil y ajeno. Es el mismo proceso con la misma intención. A mí me gusta referirme a estos actores con sus nombres graciosamente variados.

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