Etiquetas

Mostrar más

Las líneas paralelas se juntan en el infinito

Un verso de Luis Cernuda podría servir de epígrafe a gran parte de la poesía occidental de todos los tiempos: "Dame la guitarra para guardar las lágrimas". Así, aislado del poema, el verso puede parecer cursi (quién sabe). Pero no le hicieron falta más que esas pocas palabras para resumir a la perfección el motivo por el que tantos y tantas han escrito. Roger Wolfe dice algo parecido en un poema: "Si aceptáramos la posibilidad / de que alguien exclamara: / 'Dios mío, qué hecho polvo estoy' / sin mayores aspavientos (...) / sería preciso reescribir ese/ fraude inmortal que se ha dado en llamar / Literatura". Y Quevedo, en uno de sus mejores sonetos, dijo: "En los claustros del alma, la herida / yace callada". En el fondo de muchas obras comlpetas, la herida también yace callada. Aunque luego se cubra de rupturas.

Uno de los artículos que se publicaron cuando, hace nada, Nicanor Parra ganó el Premio Cervantes (qué alegría), era de Juan Gelman. Citaba una frase de Antonio Gamoneda que decía que hay dos tipos de poetas: los que viven para escribir y los que escriben para vivir. Dejando claro ya desde el principio que unos no son mejores que otros, Gelman ponía a Borges como ejemplo del primer grupo y a Parra del segundo. Me gustó. Y estoy de acuerdo. Y estoy de acuerdo en que unos no son mejores que otros. Pero, puestos a hacer divisiones, también podríamos, con el verso de Cernuda en mente, distinguir entre los poetas que escriben para guardar sus lágrimas, porque no les queda más remedio que escribir, que poetizar toda la mierda que llevan dentro, y los que escriben con la cabeza, pensando en el lenguaje, una soberbia poesía del intelecto, por así decir. Emily Dickinson, la número uno, es un claro ejemplo del primer grupo. Del segundo se me ocurren unos cuantos. Lo más importante, sin embargo, es que estos hacen una poesía del lenguaje, no carente de sentimiento, pero sí focalizada en la reflexión. Quieren pensar el lenguaje. El acto comunicativo. El poema. Perfecto. Pero ya nos sirve para distinguir dos tipos de poeta: los que priorizan la reflexión sobre su herramienta (el lenguaje), y los que usan esa herramienta para canalizar el lodo y, como he dicho antes, la mierda, y escribir para sobrevivir.

Claro que hay poetas que, en ocasiones, mezclan las cosas, como el Neruda de Residencia en la tierra. Tensa el lenguaje, lo llena de metáforas ilógicas e imágenes ilógicas, pero, antes que eso, se percibe una necesidad de guardar las lágrimas. En definitiva, hay poesías que manan de la herida que yace callada, y otras que manan de una profunda reflexión, siempre a priori. Quizá estoy hablando de lo mismo que Gamoneda y unos escriben para vivir y otros viven para escribir. Como cuando pensamos en Quevedo frente al Góngora de las Soledades.

Comentarios

Entradas populares