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Cálidas chaquetas para el frío inminente

Parece que el otoño es una estación contradictoria. A veces, como el narrador de Mazurca para dos muertos, de Camilo José Cela, podríamos decir que “orvalla despacio y sin parar desde hace más de nueve meses sobre la hierba del campo y los cristales de mi ventana”. Otras, como el Neruda de Odas elementales, diríamos que hemos de dejar caer “las hojas como si fueran pájaros amarillos”. Dejar caer así las hojas de los árboles es un ejercicio que es mejor llevar a cabo en una abrigada soledad contemplativa. Otras veces diremos sin literatura que parece invierno; que parece primavera. Ante esta incertidumbre, se me ocurre que lo único que nos queda es abrigarnos bien. Fácil solución.

La mejor chaqueta para ello es la que llevaba Robert Redford en Los tres días del cóndor. Aunque esto no es una chaqueta, es un tabardo. Hablemos con propiedad.

La de Stallone en Rocky IV abriga demasiado para el indeciso otoño barcelonés, pero protege del frío, de la lluvia, del viento y del granizo. Hasta es probable que la chaqueta nos proteja, en un momento dado, del mismísimo Stallone si éste se enfada con nosotros por cualquier motivo. Siempre hay justificación para los enfados del musculado actor. En la imagen vemos que el tipo es más veloz que un coche. Que no es decir poco.  Alguien capaz de eso podría pegarnos.

La de Jason Robards y sus secuaces en Once Upon a Time in the West es más adecuada para el clima que nos ocupa, pero uno ha de llenarla. De lo contrario, el portador de dicha chaqueta caerá presa de burlas por el parecido inevitable con las cortinas (tan larga es), y hasta, quién sabe, de agresiones físicas (pero para esto último sí que no veo justificación alguna). Uno lleva la chaqueta que quiere.

El amigo Kurt Russell, en La cosa, lleva una chaqueta de corte militar, como dos de las tres que ya he mencionado o enumerado, y, como pasa con la de Stallone, será, el que la lleve, un tipo precavido, podríamos decir prudente, por lo gruesa que es, pero andará por las calles y los barrios arropadito y acunado por su chaqueta, para envidia de los transeúntes menos documentados al respecto. El mantra que percutirá en su mente sin parar será “Ande yo caliente y ríase la gente”.

Todos los personajes de Cut Throats Nine, alias Condenados a vivir, de Romero Marchent, llevan chaquetas podencas. Podencas en el sentido de que son difíciles de encontrar. Y de que tienen -si tienen- nombres desconocidos. Pero abrigan y tienen gracia y parece que combatirían con eficacia las contradicciones del otoño que nos cae.

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