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Frederik Pohl desconfiaba del vacío del Universo

Pórtico es una de las principales novelas de ciencia ficción publicadas en Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XX. Escrita con sentido del humor (algo infrecuente en los setenta), con un dominio de la elipsis superior al de Asimov, y con un hábil cruce de registros (cuando intercala anuncios, con la prosa cambiada, adaptando un lenguaje distinto al del narrador), la novela es fascinante y funciona a la perfección en varios niveles. Uno de los principales, para mí, es la creación de un pueblo alienígena, los Heeches (mejor pueblo que raza), del que solo se conocen las ruinas de su civilización, de su inteligencia (por decirlo con un verso de Gil de Biedma), esparcidas sin orden ni concierto por las estrellas. Fascinada, la humanidad financia viajes para tratar de descubrir lo que sea sobre ese pueblo misterioso, sobre el enigma de su desaparición. Los contados hallazgos que van surgiendo acrecientan el interés por los Heeches. Pohl nos va dejando pequeñas migas para fascinarnos con cuentagotas.
La esquela de El País es de Christopher Priest, escritor inglés, autor de la formidable Indoctrinario. Por lo visto, Pohl escribía un blog, The Way the Future Blogs, desde donde, con su sentido del humor habitual, criticaba el panorama internacional. La última entrada es del dos de septiembre. El día en que murió.
Ojalá algún día lleguemos a acercarnos al futuro que imaginó en una de las secuelas de Pórtico, donde los órganos vitales, cualquiera de ellos (cerebro incluido), podían ser fácilmente trasplantados.

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