¿Puede una reseña ser una obra maestra?
Puede que los conceptos
de reseña y de obra maestra estén contrapuestos en un escenario que jamás los
verá conciliarse. El tempo pausado, como de lenta gestación, junto con el toque de azar que requiere la
obra maestra, es incompatible con la urgencia y la brevedad a las que se debe la
reseña, generalmente maniatada por los exigentes plazos de entrega de la
actualidad cultural. Pero se pueden dar algunas excepciones. Cuando una reseña
nos enseña lo que antes no sabíamos, cuando nos hace entender lo que antes no
entendíamos, cuando modifica o afina nuestra lectura, o cuando cambia, por
completo y con argumentos, nuestra percepción de una obra, cuando todo eso
ocurre, pueden, sí, darse algunas excepciones.
Se me ocurren dos que
son un puro escándalo.
La reseña de John
Kenneth Muir sobre Star Trek. En la oscuridad, de J. J. Abrams, es uno
de estos ejemplos. No soy un gran conocedor de la mitología trekkie, ni un espectador potencial de
una de las sagas más longevas del cine y la televisión, así que lo que vi en la película fue puro escaparatismo. Con una vasta legión de admiradores ya
rendidos de antemano, la película jugaba sus cartas sabiendo que la mitología creada
por Gene Roddenberry ya había allanado el terreno y que solo tenía que volver a ese
universo con una historia nueva, más o menos nueva, convenientemente aderezada
con la tecnología más avanzada del momento para satisfacer a unos entusiastas previamente convencidos. La vi con eso en mente. Pero la reseña de Muir me hizo leerla en
clave post 11-S, y entonces ya era otra cosa. (Igual, por otra parte, que No habrá paz para los malvados, que
crece si la leemos en clave post 11-M). ¿Es esto suficiente para considerarla
una obra maestra? No. La reseña lo que hace es ir a fondo; coge una película a
priori poco exigente, y, poco a poco, va desgranando lúcidamente los elementos
constitutivos más inteligentes, los que hacen de esta película una pieza
brillante de ciencia ficción crítica, demostrando
que su lectura, aparte de plausible, dignifica la película. En una palabra: la redefine. Demuestra, como los
grandes ensayistas, que todo lo que dice está fundado, razonado, que se ha
documentado y que es un profundo conocedor de la materia estudiada, y que ha
eviscerado los elementos más esquivos y recónditos de una película que juega
a esconderlos, o que no quiere explicitarlos. Ese texto ha reconfigurado por completo mi interpretación de la
obra. La lectura heterodoxa e iluminadora que hace Muir es creativa, y está apuntalada por tantos argumentos que resulta difícil no rendirse ante ella. No ha descrito lo que vemos, sino lo que no vemos. Ahí es nada.
Abigail
Nussbaum, crítica israelí experta en ciencia ficción (quien, por cierto,
escribe en inglés y no en hebreo, así que la podemos leer en versión original),
reseñó la novela Embassytown, de
China Miéville, dedicándole unos párrafos que desentrañaban sus mimbres más ocultos. Compleja,
ambiciosa, atrevida e inteligente, la novela merece muchas palabras de sincera admiración. Escrita en un inglés denso, labrado, la novela crea un mundo alienígena
imaginativo, un pueblo alienígena sofisticado, y logra una simbiosis creíble y
muy original entre este pueblo y el humano, que aquí, como en El libro de las cosas nunca vistas, de
Michel Faber, hace las veces de invasor. La constante reflexión sobre el
lenguaje es de una originalidad pasmosa: el pueblo alienígena convierte a uno
de los personajes humanos en símil. La convierten en una figura literaria. Así, tal
cual. Es ciencia ficción reflexiva y lúdica a la vez. Un libro bífido, una obra
maestra, pensé. Hasta que leí la reseña de Nussbaum. Había caído en algunas
cosas que ella critica, pero fue al verlas articuladas ahí en su blog cuando vi que tenían de lastre mucho más de lo que yo había querido
admitir. Pensaba que eran los fallitos menores que, comprensiblemente, suelen
aparecer en las obras mayores, oceánicas, que pretenden abarcarlo todo. Pero no. Pongo
un ejemplo: el final se puede entender como una especie de fin que justifica
los medios. Eso creí yo, más o menos, al terminar la novela. Pero no sabía muy
bien qué pensar ni qué decir. Nussbaum supo escribir, con argumentos demoledores, lo que me estaba costando
pensar. Que ese hecho, en realidad, desautoriza buena parte de la novela. Ella,
inclemente, expone lo que considera los otros fallos del libro, siempre con
argumentos, con una mirada penetrante y sorprendente y consiguiendo, con ello, desocultar los aspectos
menos visibles de una novela muy compleja. Toda la urdimbre oculta de la novela queda expuesta en la reseña. Aparte de inteligencia, detrás de la reseña hay valentía y honestidad intelectual. Cuando un crítico escribe un texto así, si la reseña llega a estas honduras, es que ha dado un paso más que el autor. Y Embassytown sigue, en mi opinión y pese a los fallos
evidenciados por Nussbaum y con los que no estoy cien por cien de acuerdo,
siendo uno de los libros más impactantes que haya dado la ciencia ficción en
este siglo XXI. Sin duda, pero después de la reseña no podemos consagrarle el nombre de obra maestra. Ya no. Como Muir, no ha descrito lo que vemos todos, sino lo que no vemos.
Así pues,
...
¿Han
trascendido estas reseñas las fronteras que les son consustanciales? ¿Han mutado y se han
convertido en reseñas maestras, por así decir? ¿Cuántas más podríamos añadir? No muchas, la verdad. Yo propondría el conjunto de los Nueve ensayos dantescos, de Borges, sobre la Divina Comedia; la reseña de Juan Francisco Ferré sobre Splice, que se puede encontrar en Así en el cine como en la vida; la reseña que escribió Juan Nuño sobre Platoon, encontrable en 200 horas en la oscuridad y otros escritos sobre cine; y algunas reseñas de Vicente Luis Mora sobre la literatura española de principios de siglo también cabrían en este espacio.
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