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Precuelas: el debate

Para contestar la pregunta de ¿qué nos ofrece Rogue One?, antes hay que contestar otra pregunta, más importante aún, que es: ¿qué hace una precuela? 

Las precuelas, algunas de ellas excelentes, como El origen del planeta de los simios, o las entrecuelas, por así decir, compactas y entretenidas, como Rogue One, son un tipo de película muy particular: son la pieza que faltaba para acabar el puzle. (Lo que no parecen entender sus responsables es que ese puzle ya estaba acabado. Digamos mejor que son las instrucciones para montar ese puzle). Cuando una narración se quiere épica, se quiere totalizadora y completista, hay que dejarlo todo explicado: esa parece ser la consigna. Si cada obra tiene un radio de acción, las precuelas se sitúan fuera de ese radio, creyendo, imagino, que nos llevarán de la mano hasta la puerta de entrada de la obra principal. Estas películas son todas innecesarias, claro que sí. Pero dejado al margen, este detalle alberga otros detalles menos evidentes que desvirtúan de antemano el mismo concepto de precuela, que lo relegan –salvo algunas excepciones- a un segundo plano de la creatividad, un poco como si fueran el producto de una creatividad convaleciente. Cuando veo una precuela que me gusta, pienso: puestos a hacer una precuela, que se haga así. Mal inicio de frase. Los logros de la película no tendrían que venir precedidos de ese matiz.

Se podrá decir lo mismo de las secuelas; que alargan una historia ya terminada. (La mayoría, al menos). Pero una cosa es estirar el relato hacia adelante, y otra estirarlo hacia atrás. Si una película empieza en un punto determinado, puede evolucionar sin trabas, la historia primigenia puede ir matizándose y espesándose. En cambio, orquestar una historia previa para entender los orígenes de una trilogía cerrada, o de una película cerrada, es autolimitar un proyecto artístico. Las precuelas están enfocadas, encaminadas y teledirigidas hacia un punto específico, cosa que coarta sus posibilidades artísticas, argumentales, temáticas o expresivas. Todo está guiado, condicionado.

Ángel Fernández-Santos, en su voluminoso recopilatorio de críticas y ensayos sobre cine llamado La mirada encendida, dice algo que, años después, en un librito de Cercas, aparecería reformulado bajo el nuevo nombre de ‘punto ciego’. Me refiero a su metáfora de la ‘pantalla interior’. La define, en la página 44, así: “Se dice que el mejor cine (…) es, paradójicamente, el que ocurre no en la pantalla exterior sino en la pantalla interior instalada en la imaginación del espectador”. Gracias a las elipsis, el espectador tiene que “rellenar ese hueco o vacío de acción por su propia cuenta, en su recóndita pantalla interior”. El punto ciego de Cercas es la traslación literaria de esta metáfora.

Por eso las precuelas están, o parecen estar, condenadas de antemano. Porque no apelan al lector creativo. Estas películas contienen en sí mismas su propio fracaso artístico, porque donde antes había una elipsis incitadora, ahora hay una precuela. Son películas invasivas, que no quieren o no se atreven a dejar ningún cabo suelto. Colonizan, imperialistas, la imaginación de los espectadores, limitando la capacidad expresiva tanto del público como de la propia película. Aniquilan la posibilidad de que el espectador recree en su mente –en su pantalla interior- las subhistorias que se ramifican del tronco principal de la narración, los pespuntes que la película madre deja sueltos para que el público pueda completar la historia como quiera. Lo que está fuera del radio de acción que mencionaba antes pertenece al público, y las precuelas, con su fijación por explicarlo todo, no nos dejan crear. Las precuelas son el enemigo del público.  

Comentarios

  1. Diría que Rogue One es parte del problema y las precuelas parte de la conversión del cine en franquicias, etcétera.

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  2. Qué duda cabe, Pablo. Los fines lucrativos son el objetivo principal de las precuelas. Lo viene lo que comento en el texto.

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  3. *Luego viene lo que comento en el texto, quería decir.

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