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Estilos llanos como praderas


Jordi Carrión, en el último número de Quimera, destaca "la precisión léxica de Delibes" (en un texto donde se dirige a un lector infantil o preadolescente, al ser, la revista, una edición especial para niños), como algo digno de admirar. Completamente de acuerdo. 

Delibes, en su texto "La Naturaleza en la Constitución", incluido en esa breve recopilación de artículos que es El otro fútbol, demuestra sin pretenderlo las virtudes de un estilo llano. Sobre uno de los muchos puntos de la Constitución dice que "por querer concretar demasiado" sus párrafos resultan "incoloros y desorientadores". La clave reside en esa última palabra. (Al fin y al cabo, textos incoloros los hay a patadas, pero no por eso tienen que ser desorientadores o confusos; simplemente son aburridos). La escritura alambicada del texto -de cualquier texto- desorienta y aburre al lector, y la lectura pasa de ser un placer a un ejercicio de deconstrucción y descodificación constantes. Una prosa farragosa y obscura suele esconder poco o nada. Demostración:

El artículo original dice:

Los poderes públicos velarán por la utilización racional de los recursos y espacios naturales y de los montes y por la conservación del paisaje y de la fauna, garantizando el mantenimiento y potenciación de los recursos naturales y la protección y mejora del medio ambiente

para, después de la lectura y posterior reescritura de Delibes, quedar en:

Los poderes públicos garantizarán la utilización racional de los recursos naturales con el fin de mantener su diversidad y conservar un entorno equilibrado para la generaciones presentes y futuras
  

No sé qué más podemos añadir a la demostración que hizo en su día Miguel Delibes. Convirtió un texto ilegible en algo agradable de leer. De todos modos, no fue el único en decir algo sobre el tema. Kurt Vonnegut escribió, en Palm Sunday, un párrafo que he traducido y que ahora viene a cuento: "La sencillez del lenguaje no sólo es recomendable, sino, tal vez, sagrada. La Biblia empieza con una frase que bien podría haber escrito un chaval de catorce años: En el principio Dios creó el cielo y la tierra".

Vonnegut, Delibes, Bolaño, Rulfo, Brossa o Ernesto Cardenal, entre otros muchos, claro, son los grandes representantes del estilo llano. A Michel de Montaigne, por otra parte, podríamos nombrarlo capitán de este equipo. 

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