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Interrogantes sin solución posible

Como en Rolling Thunder, como en Foxy Brown, como en Death Rides a Horse, la historia en Cambalache gira en torno a una venganza. El caso es que asesinan a Robert De Niro por grabar una cinta comprometedora; cuando se entera su hermano, sale implacable de caza.


Todos sus movimientos supuran obsesión vengadora. Como desconfía de la policía, una policía corrupta e intimidante, hace las veces de detective privado; y como en las mejores novelas negras, debe reconstruir el caso de fin a principio, interrogando al pequeño círculo que rodeó a su hermano, hasta conseguir no el dinero por un trabajo bien hecho, sino la oscura satisfacción de la venganza cumplida.



El hermano sale de la cárcel diez años después del asesinato de De Niro. Ya llevaba, no obstante, dos años preso cuando mataron a su hermano (aunque no sabemos por qué). Por su carácter y por la condena tan larga podemos deducir que lo llevaron preso por asesinato o robo a mano armada. Pero sólo son conjeturas. Ese interrogante que nos abren en la mente no tiene respuesta. Por tanto es ilimitado y podemos recrear en nuestra imaginación de espectador (creativo) la posibilidad de que los hermanos vengan de una familia desestructurada y herida por la pobreza (hay referencias directas a la madre pero no al padre); de que el hermano mayor se sacrificase y llevase una vida dura y sufridora -como la madre-, mientras que el menor ceñía su vida a los estudios y al buen hacer.

Sin embargo, este desequilibrio no crea rivalidades u odios; el hermano, después de pasar una eternidad memorizando los barrotes de su celda, sale con una única obsesión: vengarse. Y se venga por su hermano y por su madre para enderezar algo que jamás debió torcerse, arrastrando un granítico sentimiento de culpa. Y se venga con toda la carga de ambigüedad moral que ello conlleva: por un lado está bien porque su hermano fue asesinado y en eso hay un cierto punto de justicia moral y heroísmo; pero, por otro, lo que quiere es matar. 

Son huecos que nosotros podemos llenar con nuestras suposiciones. Lo que está claro es que los bajos fondos, lo que se suele entender por bajos fondos, no residen en la familia de De Niro, sino en las altas esferas culturales de la ciudad. 

Otro interrogante que flota escurridizo en nuestra mente es el pasado de la chica. En su papel de investigador, el hermano mayor conoce a una chica que había estado con De Niro en una relación informal. Una chica que, diez años después de su asesinato, sigue dejando flores, cada martes puntual por la mañana, en la tumba del que había sido sólo su ligue. De inclinaciones saludablemente salaces, ella había actuado en alguna película pornográfica de De Niro. Ese es el rastro que sigue el hermano. Cuando al fin se conocen, la chica ayuda al hermano con una fidelidad inexplicable, con un entusiasmo de amor que sólo se entiende por una vida perdida por la agresión y el desamparo. Como pasa con Cristina Ricci en la excelsa Buffalo '66, lo ignoramos todo de ella y no podemos saber por qué sigue dejando tristes y poéticas flores en la tumba de un ligue, por qué ayuda al hermano -quebrantando gravemente la ley-, por un caso de hace demasiado tiempo, y por qué siendo tan joven y guapa vive sola y sin nadie a quien acudir.

Son vacíos argumentales. Estimulantes vacíos argumentales.

Y todo esto es mejor que el discurso metacinematográfico (superficial) de la película; mejor que los saltos temporales que construyen la historia; mejor que el ritmo progresivamente tenso; y mejor aún que la conmovedora escena final (con la insospechada muerte del hermano vengador) y algunos planos fijos -como el de la terraza y la sombrilla-, que parecen rendidos homenajes a la luz del verano. ¡Y será cursi decirlo pero esos interrogantes crecen libres en nuestra mente como las flores en primavera!

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