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Sobre el cine Phenomena

Tanto escribir sobre cine, sobre películas y directores, y a veces nos olvidamos de esos templos laicos donde se proyectan las películas, del espacio concreto donde ocurre el cine. Nos olvidamos de la personalidad que hay detrás de esos lugares cerrados donde, detrás de una larga cortina afelpada, se esconde una pantalla de luz, y no tenemos en cuenta el argumentario que subyace a las programaciones.

El cine Phenomena no sólo le debe su nombre a la película homónima de Dario Argento: también le debe su carácter irreverente y desclasado. Su programación, apartada de los circuitos habituales de los cines generalistas, incluye tanto películas actuales como clásicos de los años 30, 40 o 50. Pero lo que le ha dado renombre entre la cinefilia desacomplejada de la ciudad, lo que de verdad lo distingue, ha sido su compromiso de proyectar películas olvidadas de los 70 y 80. Películas de bajo presupuesto o joyas desconocidas como Rollercoaster o Play Misty For Me, ambas de los 70, o delicias del cine desembridado de los 80 como Howard, el Pato. Por poner sólo unos pocos, poquísimos ejemplos. Si alguien pregunta qué es el Phenomena, la respuesta sería esa: una enorme sala donde proyectan películas de culto. Sin pedir permiso ni perdón. 

De reciente apertura, se estrenó como entidad cultural de Barcelona, tal como lo conocemos ahora, el 19 de diciembre de 2014, y desde entonces ha destacado en la oferta cultural gracias a sus eventos participativos, consolidados ya como uno de los rasgos de estilo más personales e identificables de la entidad, gracias al rescate de las (casi extintas) sesiones dobles y las intrigantes sesiones sorpresa, en las que pagas sin saber lo que vas a ver, y gracias, también, a lo que ellos llaman “Beer + Pizza Night”, que son, como su nombre indica, noches en las que el público ve una película con una cerveza y un trozo de pizza que el mismo cine proporciona poco antes del inicio de la sesión. Irresistible.

La entrada al cine ya es en sí misma espectacular, una bienvenida cinematográfica para una experiencia cinematográfica de primer orden, para algo que concuerda a la perfección con el lema principal del cine: “The Ultimate Cinematic Experience”. Las paredes están forradas con posters de películas clásicas de los 70 y 80. Entre otras, están Tiburón, Alien y El padrino. Las alfombras son de un rojo intenso como en las galas más prestigiosas del cine, y la pantalla de la única sala es espaciosa y cómoda, y la sala en sí está construida en formato anfiteatro, con 450 butacas y una pantalla de 15 por 6 metros, con lo que nunca se te dificulta la visión de la pantalla porque, si exageramos un poquito, casi podemos decir que te rodea. Es una de las pocas capaces de proyectar películas en 70 mm, como Dunkirk, de Christopher Nolan, o Los odiosos ocho, de Quentin Tarantino. Películas pensadas, concebidas, pergeñadas y dirigidas con la intención de ser exhibidas en salas así. Sólo el Phenomena pudo cumplir aquí en Barcelona. Alternan, por otra parte, la proyección analógica con la digital, con lo que no se limitan a un único formato. Es una propuesta clara pero permeable, firme pero no dogmática.

El director del cine es el director de cine Nacho Cerdá. Se encarga de la selección y presentación de las películas. Al principio de las sesiones más importantes -como las sesiones sorpresa o las dobles–, introduce la película, micro en mano, ante el público, y contextualiza la película con humor y sentido de la crítica. O, si es el caso, mantiene el misterio de qué película van a proyectar hasta el final, hasta que empieza la película y todos suspiramos de alivio o gruñimos decepcionados.                                   

Pero retrocedamos un momento.

Todo empezó en 2010 con el Proyecto Phenomena. Se trataba de proyectar películas clásicas en un intento de recuperar la ilusión por ir al cine, por verlas en salas. Y se trataba, también, de escoger películas que iban a contracorriente en una época preinternet, y lucirlas en pantalla con el cariño con el que se estrenarían los grandes éxitos asegurados. Se trataba de darles una oportunidad: a las películas y al público. Sin cine concreto en el que proyectar las películas de su elección, las que le darían el marchamo de irreverencia e independencia que les caracterizan hoy, el proyecto se afianzaba con la emisión de las películas en distintas salas de cine de la ciudad –como el Comedia o el Girona– hasta que, con el tiempo, se asentaron en el cine Urgell, que ya no existe. Y se trasladaron al antiguo Nápoles, rebautizado hoy con el definitivo nombre de Cine Phenomena. Empezaron la andadura actual con un autoguiño nostálgico que no puedo sino calificar de admirable: con la doble sesión con la que habían empezado su proyecto cuando su proyecto era itinerante y tentativo: Tiburón y Alien. Saben lo que quieren y son fieles a sí mismos. Todo, siempre, en versión original subtitulada en castellano.

El objetivo principal del Phenomena es redefinir el concepto de cine. O, mejor dicho, el concepto de ir al cine, el hecho en sí de acudir a las salas como evento cultural de la ciudad. Entrevistado por el crítico de cine Mikel Zorrilla en Espinof, Nacho Cerdá –director y creador de todo el proyecto Phenomena– dice que el objetivo principal era recuperar “esa experiencia colectiva de varios amigos que quedábamos el viernes o el sábado para ir a ver una película”. También, que “quería recuperar el cine de mi infancia en pantalla”. Es, pues, un proyecto más personal que lucrativo, más de compartir gustos cinéfilos que de intento de dominio del circuito de cines local. Hay que entenderlo como una alternativa a la exhibición tradicional. Ha querido recuperar una oferta que se está perdiendo: la que mezclaba los estrenos con los reestrenos. Conseguir y programar las copias de las películas antiguas –o no tan antiguas– ha sido, dijo, “tremendamente difícil”. Hace una labor de arqueología cultural que es poco menos que revolucionaria en una época en la que creemos que todo está en internet. Una tarea de rescate, o una tarea de cariño, que escapa del concepto de consumo actual. No es sólo ver una película, y ya está: es todo el ritual de ir al cine como quien va a un templo. Entender el cine como lo que escribió Ángel Sala –responsable del Festival de Cine de Sitges– en el libro colectivo Neoculto: “una especie de religión propia del siglo XX, un ritual ejercido (…) en comunidad, según ciertas reglas y en un templo como serían las salas de cine”. Eso es Phenomena. La recuperación de esa actitud. Es ir al cine con antorchas, alejados del ruido (hueco) de los éxitos de hoy.
                                                          
Otro objetivo clave del cine es la creación de distintos sellos que puedan llegar a un público más amplio. Caso del cine infantil o el Phenomena Premiere, que son las películas que jamás se estrenaron en España. “Cualquier primicia en este aspecto es bienvenida”, dice Cerdá. El objetivo es dar a conocer otro tipo de cine. El Phenomena no es sólo Regreso al futuro, Indiana Jones o La princesa prometida: “Hay más cine ahí fuera”. “Este cine que (…) supone un valor añadido a Phenomena”. Hay una personalidad detrás de este proyecto. A todo esto hay que añadir el hecho de que también invitan a directores o actores para que comenten las películas en colaboración directa con el público. “Llevar la ilusión del cine y compartirla con otras personas”, es, podríamos resumir, el objetivo principal del proyecto Phenomena. Por ello tampoco cierran sus puertas a los grandes estrenos propios de los cines multisalas. 

En ese sentido, si nos centramos en el mes de julio de 2018, veremos que la programación concuerda con los valores, con los objetivos y con la personalidad artística de la entidad. Hay esa combinación de blockbuster y reestreno. Es en la alternancia de ambos tipos de película donde se ha hecho fuerte el Phenomena. Son fieles a un concepto claro del valor que tiene el ir al cine, son conscientes de su tarea como rescatadores de clásicos olvidados. Combinan esa aparente contradicción con total naturalidad y armonía.

La pertinencia de las propuestas es lo que se ha erigido como marca de la casa. En otras palabras: la calidad de las películas proyectadas es una cosa; la calidad de la propuesta del cine Phenomena es otra. Una cosa es que estrenen una película de hechura torpe pero entrañable; pero el caso es que la estrenan con toda consciencia, con todo un aparato cultural, intencionado, que apuntala sus decisiones. Se reestrenan esas películas por un motivo. Porque quieren darle un estreno digno, porque quieren compartir lo que ha sido castigado. Porque se dedican a eso. Como propuesta cultural, es de una calidad incomparable en el circuito de cines barcelonés. Por único y por destacable. Mejor aún que el cine Texas, rescatado por Ventura Pons y redefinido como cine que proyecta películas a 3 euros, donde se ven siempre estrenos que llegan con dos o tres meses de retraso. Phenomena no. Phenomena amplía el círculo de su influencia, el objetivo de sus logros, y la calidad se deriva de lo ecléctico de su repertorio, lo participativo de su propuesta –mucho más que el otro cine que también incluye coloquios como sería el caso del Zumzeig–, y la originalidad lúdica de algunas de las sesiones, como las ya mencionadas sesiones dobles, las sesiones sorpresa o las que incluyen cerveza y pizza al visionado de la película. ¿Por qué es el mejor cine de la ciudad? Porque se atreven a poner películas como Los hambrientos sin olvidarse de, por ejemplo, Han Solo. Siempre, si seguimos las proyecciones de todos los días del mes, mantienen un equilibrio entre las novedades y las películas antiguas. No es fácil ser fiel a uno mismo. Phenomena lo consigue con sorprendente facilidad.

Si pensamos en cines parecidos, en cines que se aparten de la corriente habitual del circuito de salas comerciales, como el ya mencionado Zumzeig o la Filmoteca, veremos que, de todos, el más complejo, el más arriesgado e innovador, el más original –en el sentido de regreso a los orígenes– y el más coherente con su propuesta, es el Phenomena. El Zumzeig es caro y la selección que hace no deja de tener un aire elitista. Proyectan películas prestigiosas, con fama de sofisticadas. La Filmoteca es excelente, y como entidad cultural longeva que es, dentro del ámbito cinematográfico, es un punto de referencia ineludible, pero no deja de tener un repertorio de películas muy marcado, y no tienen la vocación de cine ecléctico y a-jerárquico que tiene el Phenomena. Es un cine intelectual para profesores universitarios. Y está muy bien y cumple su función con precios asequibles: la Filmoteca atrae a un público muy específico que ya sabe lo que quiere. El Phenomena no. El Phenomena tuvo que crear su público objetivo; tuvo que crear un espacio, y esperar que se llenara. Su propuesta fue tan única y estuvo tan bien definida y respaldada por eventos tan participativos, que no tardó en formarse, en poco tiempo, una identidad propia. La Filmoteca tiene décadas ya de prestigio acumulado, y el Phenomena se está consolidando poco a poco, creándose una marca que el público empieza a reconocer como única, como privativa de una entidad convencida y segura de sí misma. Además, el Phenomena, consciente de que la existencia de cosas tan cotidianas como los horarios de trabajo y la ubicación del local, que está bien comunicado pero menos que otros, pueden ser un impedimento para la gente, consciente de eso repite a menudo las proyecciones para que todo el mundo tenga la oportunidad de ver una determinada extravagancia, para que puedan ver esa película de los años 80 que marcó su infancia, o ese título olvidado de carátula atractiva. Es una particularidad del cine que contribuye, entre otras cosas, a fidelizar a un público que sabe que siempre podrá volver a ver esas proyecciones perdidas. No pasa con los otros cines de Barcelona. Por todo esto, la rareza del cine Phenomena, valiente y desacomplejada, merece una mención especial entre todas las entidades culturales de la ciudad.

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