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Marcas

En el curso que hicimos nos dijo Jordi Carrión que todo el mundo es una marca. Se refería a que todo el mundo proyecta una imagen de sí mismo a través de su obra. Y entre uno mismo y su imagen proyectada hay una diferencia. Ahora, con internet y sus (en parte) temibles redes sociales, la distancia entre una cosa y otra se multiplica. La visión que tenemos de nuestros amigos en Facebook o en sus blogs no se corresponde nunca enteramente con la visión que tenemos de ellos o ellas en el día a día. Algo se pierde o se añade en las redes, y ya no eres tú sino tu marca, tu imagen.

Son herramientas muy útiles, sí; son, también, excelentes plataformas de difusión personal, pero por qué esa deformación? Por qué marcas? Por qué no transparencia? El problema, creo, no es tanto que uno use las redes como plataforma de difusión o que se pinte a sí mismo como el rey del mambo cuando en realidad es un poco soso -cosa a todas luces estupenda, en el fondo- cuanto que es difícil distinguir qué hay de intencionado en esa marca, y qué hay de juicio ajeno. Imagino que algún caso habrá en que la marca se deba más a lo que el público ve o cree ver en esa persona que lo que esa persona proyecta. Seguramente la que se crea es una distancia insalvable. Una distancia que en muchas ocasiones lleva a la decepción. Como la que existe entre la realidad y el deseo (in Cernuda's words). O como en aquel poema de Alejandra Pizarnik: "alejandra alejandra / debajo estoy yo / alejandra".

El poema nos define a todos. Estamos debajo de nuestros nombres.

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