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Apuntes sobre un libro no particularmente fácil

No es, Oficio de tinieblas 5, el libro más conocido de Camilo José Cela. El éxito, tanto de crítica como de público, que tuvieron La familia de Pascual Duarte y La colmena, sumado a la dificultad intrínseca de la novela y a su complejidad formal, explican, en parte, que sea tan poco conocida entre el público mayoritario.

            Cela mismo nos explica cómo hemos de leer su libro en un epígrafe memorable: “naturalmente, esto no es una novela sino la purga de mi corazón”. No hay historia alguna, no hay un hilo narrativo coherente, no hay un argumento identificable: en Oficio de tinieblas 5 lo único que hay es caos, cosas inconexas, dispersión, vaguedades, digresiones constantes, pensamientos, conclusiones y silogismos mayormente absurdos; hay, también, retazos de historias, personajes recurrentes (pero no por ello menos enigmáticos), citas en latín, personajes históricos, poetas muertos, letanías salvíficas, fogonazos de imágenes más o menos ilógicas y situaciones y acontecimientos más o menos verosímiles. 

            La total ausencia de puntuación y de mayúsculas acentúa la dificultad del libro, forzándote a un ritmo de lectura vertiginoso, contraproducente para una lectura atenta, cabal, de la novela. Además, al estar estructurada en lo que Cela llama “mónadas”, a las que podríamos también llamar, y sin ningún problema, versículos, hace que la prosodia de esta novela se acerque más a la poesía, que sea más propia de la poesía que de la narrativa.

            ¿Qué sostiene, pues, a este libro? El uso que hace Cela del lenguaje. Estridente, frenética y desbordante, la escritura te supera como lector: acaba contigo. El autor entiende que para purgar su corazón precisa de una escritura salvaje e ilimitada. Para decir lo que tiene que decir no puede ceder a una escritura encorsetada, convencionalmente, por la puntuación. Cela rompe con todo eso. Con mucho acierto, Vicente Luis Mora la llamó, hace años, en su blog, “Hiperexpresividad agresiva”.

Sin embargo, por mucho que destaque el uso del lenguaje, ello no quita que el contenido, aunque fracturado e inconexo, descentrado y caótico, sea, también, potente, crítico: la sexualidad, la religión, las supersticiones o los prejuicios quedan duramente retratados. Algunos fragmentos que subrayé:

diles con un hilo de voz que se abracen las unas a las otras igual que las temerosas almas que pueblan el infierno


o:

los funcionarios con sus hazañas caballerescas y magníficas suelen ser unos pobres títeres inseguros como aves de corral y de vuelo dubitativo como el de las aves de corral

o:


la novia de tuprimo a nadie oculta que en su pecho no duerme la vocación de mujer casada


Toda la novela es así. En poco más de 250 páginas encontramos todo un mundo fragmentado en una prosa asilvestrada, compleja, fascinante.

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