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Notas sobre Easton Ellis

Bret Easton Ellis es uno de mis escritores favoritos. Considero American Psycho una de las mejores novelas de los años noventa, y Less Than Zero es uno de esos (pocos) casos en los que una ópera prima roza la condición de obra maestra. Al autor, no obstante, se le pueden reprochar algunas cosas.

Primero. Siempre crea el mismo tipo de personaje. Casi como si se hubiera encontrado una caja, una caja enorme, y al abrirla hubiese descubierto un molde en su interior; y suponemos que de ese molde, uno a uno, ha ido extrayendo todos sus personajes. Con Patrick Bateman logra crear un personaje que usurpa poderosamente nuestra imaginación, pero con el tiempo vemos que todos (aunque sin llegar a sus extremos), están cortados por el mismo patrón. Sus personajes se mueven siempre por los mismos ambientes y con compañías idénticas, visten igual y acuden a los mismos lugares con un pensamiento y unas actitudes muy similares. Sabemos que lo que hace lo hace muy bien. Mucho mejor, a mi juicio, que Dennis Cooper, escritor que se le parece, pero no sabemos si es capaz de hacer algo más, de crear personajes que difieran por completo de aquellos a los que nos tiene acostumbrados.

Segundo. Lo gore. En todos sus libros hay momentos dedicados a lo gore. Descritos con maestría, esos momentos pierden su contundencia y su relevancia en el conjunto de su obra al ver que empieza a ser, desde sus últimos libros, un lugar común que sus lectores ya damos por sentado que aparecerá. Un lugar común que Ellis parece incluir para agradar a su público, para que lo podamos reconocer, sin darse cuenta que eso tal vez esté actuando en su contra: se ha convertido en un manierismo, en su 'trade mark' particular. En una entrevista decía que las novelas de James Ellroy también eran sumamente gore, pero que nadie lo resaltaba porque los códigos de la novela negra, como género, aceptaban esa violencia y esa gratuidad. Siendo Ellroy un escritor salvaje, sus descripciones no se acercan a la imaginería macabra que despliega Easton Ellis en American Psycho. Ni de lejos. Repetir lo mismo es gastarlo.

Tercero. Con Lunar Park abría un frente nuevo. Autoficción y metaliteratura inmersas de lleno en su homenaje particular al género que más consumió en su juventud: el terror (o terror fantástico). Guste más o menos, el libro presenta una serie de cambios y rupturas con su obra anterior. El más llamativo para mí fue que incurriera en el terror. Novelas metaliterarias hay muchas. La autoficción tampoco es nueva. Pero que un autor respetado, globalmente conocido, descienda, por así decir, a los límites que impone la escritura de género -hay que tener en cuenta ciertas convenciones, ciertos lugares comunes, aunque sea para destruirlos- me pareció un gesto valiente que podría llegar a espolear una nueva etapa en su obra, siendo el caso que empezaba a repetirse peligrosamente. Para todo novelista ha de ser un reto dar ese paso y creo que Ellis lo superó con creces. Ya no había tanto joven universitario atontado por las drogas, el sexo, la violencia, la crueldad, el dolor y la soledad. Ya no se movían sus personajes en ambientes de lujo, ni eran yuppies. Parecía que iba a ser un punto de partida.

Pero no. Imperial Bedrooms, su último libro, es una secuela de Less Than Zero. Repite, pues, todo. Por fuerza, los personajes son los mismos. También la ciudad. Cambia el hecho de que son mayores y han sustituido las referencias a la universidad por las referencias al trabajo. Pero ya está. Clay no ha variado su comportamiento. Julian Wells tampoco.

De todos modos, podríamos interpretar que el hecho de que los personajes sigan igual, exactamente igual que en los años ochenta, no es tanto un defecto del autor sino una manera de enfatizar su perenne inmadurez, su miedo a enfrentarse a sus responsabilidades, etcétera. La verdad, sin embargo, es que el texto no nos da elementos suficientes como para hacer esa lectura, para desarrollar con argumentos convincentes esa lectura; si la hacemos, siendo plausible como es, no la podemos justificar. Como he dicho antes, han sustituido sus referentes. Nada más. Ese gesto a mi juicio delata despreocupación y dejadez.

Levemente novelanegresca, la novela parecía seguir en ese sentido el camino abierto por Lunar Park, pero la verdad es que se queda a medio camino; como secuela y como novela de género. Como secuela es fallida porque no desarrolla las vidas y carreras ulteriores de sus personajes, solo repite sus nombres. No aprovecha en absoluto el juego que podría haber dado el oficio de guionista de Clay: sólo menciona la envidia que le despierta el autor del libro sobre su juventud; el hecho de que hicieran un libro y una película sobre ellos -y que los personajes lo sepan-, tampoco está aprovechado: Don Quijote y Sancho saben, en la segunda parte del Quijote, que se ha escrito un libro sobre ellos.  Cervantes tiró de ese hilo.

Como novela negra es fallida porque se queda todo en el planteamiento de un enigma y su subsiguiente resolución. Es todo lo que nos plantea el libro a través de una evolución lineal. La atmósfera ominosa que cubre la ciudad y la relación entre los personajes resulta cruelmente evocadora y liga perfectamente con el universo característico de la novela negra, pero también con todos los otros libros de Ellis -incluidos los relatos de The Informers- así que puede verse, otra vez, como un gesto de dejadez por parte del autor, como si hubiese escrito el libro con desgana.

Escrita con esa prosa rápida, fría y mesmerizante, Imperial Bedrooms, aunque es, seguramente, la obra más floja de Easton Ellis, es una lectura entretenida que los entusiastas de su autor no nos podemos perder, aunque decepcione un poco. Esperaremos a ver qué hace a partir de ahora.

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