Cavilaciones infructuosas sobre un verso antiguo
"Crida lo sol, plorant amb cabells
negres". Hace años descubrí este verso en El
caminant i el mur, de Salvador Espriu; lo utilizaba como epígrafe a uno de
sus poemas. Al principio lo leí de corrido, sin darle mucha importancia, como
quitándome de encima unas palabras que estorbaban la poesía que de verdad quería
leer, como si fueran molestas, entorpecedoras migas de pan en la mesa. Releyendo
el libro caí en que no lo entendía y en que la imagen era ilógica, que
desafiaba las convenciones habituales de la poesía sacra, que era una estridente
rareza y que, de hecho, el autor no me sonaba de nada. Este verso trasciende
las fronteras de lo racional, de lo concreto; es un verso metafísico,
radicalmente innovador. Así, si me hubieran dicho que es de Dylan Thomas, me lo
hubiera creído; como también hubiera aceptado sin pestañear la autoría de Éluard o de Aleixandre o de cualquier otro autor proclive a la imagen ilógica, a la
imagen que cuestiona el hacer rectilíneo de nuestra racionalidad. La imagen un poco grotesca, patética y desgarrada, parece más propia del siglo XX, sí. Pero es de
Joan Roís de Corella, poeta valenciano del siglo XV. Ahí es nada.
Siglo XV |
El poema se titula: “Oració a la
sacratíssima verge Maria, tenint el seu fill déu Jesús en la falda, davallat de
la creu”. (Muy cortito, vemos). El poeta se dirige a María. Se hace eco de su dolor. Se entrecruzan dos voces:
la de Corella y la de la madre. Él se dirige a ella y ella a su hijo. Ella le pide que, así como le cobijó,
maternal, en su vientre, sea ahora él el que la acoja a ella en su tumba. Mientras
tanto Corella dice que chilla (o grita) el sol con los cabellos negros y todos los cielos lloran
igual que llora la madre. Qué quiere decir, exactamente? El autor, así, hace
extensivo el dolor de la virgen María a toda la esfera terrestre, al mismísimo
sol que nos da vida. Lo sitúa en otro plano de existencia. El centro emanador de tanta vida
se conduele y expande esa desgarradora visión, humanizándose al llorar con sus
metafóricos cabellos negros, como una madre. Así nada sobre el planeta queda
exento de esa muerte, del conocimiento culpable de esa muerte. Si el sol nos da la vida en la Tierra; es
entonces metáfora directa de la madre? Por qué tiene cabellos negros? A qué se
refiere? La muerte del hijo es tan poderosa que hasta una estrella se hace eco
de esa herida? Ve Roís de Corella que es tanto el dolor que nada quedará libre
de él, ni de la culpa, y por eso está todo teñido para siempre de esa sangre? (Es algo parecido a lo que dice Neruda siglos después en su poema “Tierras ofendidas”: Nada, ni la victoria / borrará el agujero / terrible
de la sangre: / nada, ni el mar, ni el paso / de arena y tiempo, ni el
geranio / ardiendo / sobre
la sepultura).
En uno de sus textos en prosa,
titulado “Tragèdia de Caldesa explicant un cas atzarós que li esdevingué amb
una dama”, repite la metáfora. Habla del sol y de que no veremos más sobre la
tierra “els seus cabells daurats”. Nos vamos acercando a una explicación. Sus rayos
vivificadores son como una larga cabellera dorada, como una imparable trenza de
Rapunzel. Así, el sol que chilla y llora en el poema anterior está de luto. Ha perdido la lozanía
de su juventud y llora a gritos sumido en la negrura. Es decir:
Corella ve en el sol el reflejo de su sentir. Espejea los vaivenes de su
sufrimiento. Pero por
qué asocia el sol al sentir humano? Que
chille el sol con cabellos negros, si estos son metáfora del duelo, como hemos
visto, es muy bonito y por sí solo justifica toda la poesía del autor. Pero que
dé un paso más y convierta al sol en el eco o, más que en el eco, en el centro mismo de todo nuestro sufrimiento dota al
verso de un carácter metafísico, como he dicho, precursor de corrientes
literarias del futuro, y de un poder de sugestión llevado al extremo. Aquí el
dolor humano es trascendido y todo lo vivo se conduele de nuestra miseria. Roís
de Corella consiguió un verso que traspasa cualquier frontera imaginable, un
verso que atraviesa el umbral de nuestra pobre humanidad, llega a la realidad
inconcreta, intangible, incognoscible de cuanto nos rodea, lo enlaza al núcleo generador de vida en la tierra, que es el sol, nos une a ese plano de existencia y planta ahí el
secreto de nuestro dolor. Pesan sobre todo lo vivo nuestros errores.
No tengo muy claro si he entendido el verso. Pero el haberlo retenido durante años en la cabeza, y el impacto de su rareza, hacen que la experiencia estética que supone su lectura se acerque a lo que solo el puñado de verdaderamente grandes pueden conseguir.
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