Etiquetas

Mostrar más

Balbuceos en torno a El cazador

Hay artistas de una sola obra. A veces, en comparación con otros colegas más prolíficos, se les trata con displicencia. De acuerdo, su aportación se reduce a un solo título, pero, y qué, si ese título, esa obra, es perfecta.

Una de las mejores películas de los años setenta es, sin duda, El cazador. Michael Cimino, el director, encaja con la descripción anterior del artista. No en el sentido literal, sino en el sentido de que ésta es la única película que, merecidamente, le dio fama y reconocimiento.

La película retrata tres momentos de la vida de los personajes: Robert De Niro, Christopher Walken y John Savage viven en un pequeño pueblo de Pennsylvania; vemos donde trabajan, sus amistades, sus aficiones, sus rutinas. El segundo momento transcurre íntegramente en Vietnam: los vemos en un campo de prisioneros forzados a jugar a la ruleta rusa. El tercer momento es la vuelta a casa.

Con Robert De Niro ocurre en esta película lo mismo que con tantos héroes del western: la ambigüedad moral de su personaje llega a ser desquiciante. Por un lado, en muchas escenas, vemos su indudable valentía, su heroísmo: en la guerra, cuando John Savage se suelta de la base del helicóptero y cae al río, De Niro se tira tras él para salvarlo; cuando descubre que Christopher Walken sigue AWOL en Vietnam, lo va a buscar, jugándose la vida de la manera más espantosa, para traerlo de vuelta a casa; cuando se van al monte a cazar no pierde el temple al ver que uno de sus amigos (John Cazale) trae una pequeña pistola. Siendo psicológicamente el más fuerte de los tres, su actitud heroica se desprende de su personalidad, de su empuje: es él quién tira siempre para adelante.

Su actitud es heroica, sí, pertenece a los U. S. Rangers, vale, todos lo tienen como modelo a seguir, muy bien, pero también hay gestos de traidor en su conducta. Sus maldades se reducen básicamente a dos: 1) su intento, antes de ir a Vietnam, de empezar algo con Meryl Streep, sabedor de que Walken y ella se gustan, y 2), que quisiera olvidarse de Savage en la escena del campo de prisioneros, al darlo por perdido, dejándolo ahí entre las ratas y las aguas turbias y frías del río. La primera es la causa de la eterna incomodidad y distancia que hay entre ellos dos (De Niro y Streep). A lo largo de las casi tres horas que dura la película no comparten una sola escena de ternura, de cariño, de amor. Siempre, cuando coinciden, hay algo que no encaja, algo roto e irreparable. Aun así, no muestra ningún tipo de escrúpulo o reparo a la hora de inmiscuirse entre ella y Walken. La segunda maldad de De Niro es peor: cruel, insiste en dejar a Savage porque sería un lastre para huir. "¿Pero quién te crees que eres? ¿Dios?"; es Walken el que tiene que convencerlo.  Luego, a su regreso a casa, no confiesa nada a nadie.

Decía antes que llega a ser desquiciante su ambigüedad moral porque no sabemos muy bien qué pensar de él. Es una cosa y su contrario. La contradicción que hay en él es exasperante para el espectador porque no sabe a qué atenerse ni por dónde cogerlo.

Hay escenas que a mi juicio son obras maestras: la inmediatamente anterior a la guerra, por ejemplo, en la que George Dzundza toca el piano en el bar, callando con su música a sus amigos. Cimino refuerza la importancia de la música en su película hasta elevarla a categoría de personaje, como en esta escena, donde su presencia sustituye cualquier intervención de los personajes que, absortos, nada pueden decir. Y todo queda en silencio cuando termina de tocar el piano, para, en la siguiente escena, el ruido de las bombas. Lo mismo ocurre en la última escena: agrupados alrededor de la mesa, cantan los personajes a la muerte de Walken. Es una película elegíaca que nada tiene que decir sobre la muerte. Quiero decir: no se preocupa de entenderla o explicarla: sólo la muestra.

La escena de la caza del ciervo, la escena central de la ruleta rusa; o la de la boda, cargada de detalles. Todas abrumadoras, perfectas.

No obstante, ¿por qué puede ser considerada una película conservadora? Porque habla de una generación de jóvenes americanos mutilados por la guerra, pero, por lo que vemos, el único culpable es el pueblo vietnamita, no el ejército ni las autoridades americanas. Es decir, su discurso es exculpatorio y autojustificador, distorsiona la realidad a conveniencia y, en ese sentido, simplifica las cosas. Pero dejando eso aparte, yo diría que hay que quedarse con el retrato que hace de la vida de pueblo en Estados Unidos, con la forma en que trata temas atemporales como la amistad, el amor, la fidelidad, el dolor, la soledad; con el uso de la música, con la fotografía (la escena de caza en el monte, o las tomas en la central siderúrgica), con todos los detalles. (El supermercado "Eagle Market", por ejemplo, es una maravilla).


En cuanto a la interpretación, pocas películas reúnen un reparto como ésta. Tarantino dijo de la escena central de la película, en la que De Niro, Walken y Savage son forzados a jugar a la ruleta rusa en el campo de prisioneros, que era la escena mejor editada de la historia del cine. Eso no lo sé. Lo que sé es que la interpretación de los tres protagonistas llega a ser, en ocasiones, sublime, y que no pierde, por veces que la veas, su capacidad de conmover, de hundirte y admirarte. El que sobresale es Christopher Walken. Su personaje se cae en el abismo. Se pierde. Y con él nosotros.

Comentarios

Entradas populares