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Un libro de Berta Piñán

Lo dice al final del libro, en la página de agradecimientos: "...la biografía más común puede convertirse en materia poética". De todos modos, por indicativa que sea la frase, sólo es en parte su poética; ya lo dejó claro Vicente Luis Mora en Singularidades: "La poética es la construcción teórica individual previa a la escritura que (...) ilumina, aglutina y vertebra el proceso de destilación creativa en todas sus partes". La destilación creativa se refiere aquí, entiendo, a la concepción, escritura y posterior reescritura del poema. Por eso, si seguimos, como creo que deberíamos seguir siempre, si hablamos de 'poéticas', esta definición, no puede leerse la esclarecedora frase de Berta Piñán como si lo fuera porque no es una "construcción teórica individual", pero sí, en parte, como una suerte de poética en el sentido de que nos ilumina y nos ayuda a identificar el origen de su poesía, de dónde brota su poesía (la expresión es de Mora), y en el sentido de que esa manera de entender la poesía es la que vertebra el "proceso de destilación creativa en todas sus partes", al menos en este libro.

La mancadura (El daño), escrito en asturiano o bable y publicado a finales de 2010 por Trea, (editorial asturiana que desde hace años está llevando a cabo una labor de difusión de la poesía del siglo XX verdaderamente encomiable), de corte realista y autobiográfica, tiene varios aspectos destacables. El más evidente es la historia familiar, íntima, de la autora, presente en la mayoría de los poemas. Igual que Ginsberg cuando dijo: "los buenos aún no existen / pero tienen que empezar a existir, existen en mis poemas", Píñán ha querido que perduren en sus poemas, que existan, como los buenos de Ginsberg, las pequeñas anécdotas, la intrahistoria familiar en sus versos, en todas sus facetas: lo admirable, lo vergonzante, lo cotidiano: todo. Conlleva esto, inevitablemente, una carga de nostalgia que, sin embargo, no chirría ni resulta cursi. Al contrario, resulta evocadora. Sus poemas son un homenaje a, y una continuación de, la memoria familiar, cosa que tiene algo de universal: al hacerlo, inevitablemente también, está creando imágenes que sirven para iluminar y poetizar el pasado similar de tantas otras familias, vengan de donde vengan. "Mitos de familia", el último poema, resume a la perfección el peso que tiene y el trato que recibe lo autobiográfico en su poesía, haciendo una lista de las pequeñas, humildes vivencias de sus parientes más cercanos, para concluir: "No fuimos de muchas palabras / los de casa / Nadie que nos contara historias / en las noches de frío".

Por otra parte, destaca la claridad de su lenguaje. No es casualidad que uno de sus referentes sea Wislawa Szymborska. La fuerza de lo cotidiano y la poesía de la cotidianeidad son algunos de los rasgos heredados de la Nobel polaca; uno de los poemas describe cómo una vecina come una manzana en su balcón; otro describe cómo unos escolares caminan sobre la nieve. Fluye el lenguaje sin trabas y sin tanta "remetáfora de la náusea", como dijo en su momento Oliverio Girondo. Fluyen los versos claros y sugerentes, evocadores; domina el verso corto, rápido, y el poema en prosa y el poema -como el último- carente de puntuación. Toda experiencia personal, ya sea vivida en primera persona o transmitida de generación en generación por sus familiares más directos, se convierte en poema, como en el caso de "Naranjas" o "En el balcón", en una imagen indeleble que rezuma tristeza y nostalgia por un pasado no idolatrado, pero sí extrañado.

La presencia de la naturaleza sorprende en un momento en que, como en el reciente poemario Dogos, de Antonio Portela, y como en tantos otros casos, la ciudad y la tecnología y los medios de comunicación e Internet abundan entre los referentes de un libro. No puedo justificar ni argumentar por qué un poema como "Estaciones" me parece tan significativo al respecto. Sólo puedo decir, tal vez, que, como imagen a escala de lo que es la naturaleza para la autora, es perfecto. Su mirada asimila, aprehende el entorno natural para convertirlo en imagen, en una imagen de la realidad que la rodea, con la que interactúa. Sus versos finales dicen así: "Camino sola sobre la piel tan blanca / de este final de invierno / y en cada paso / adelanto, sin querer, / la primavera". Sería exagerado decir que hoy es revolucionario escribir así sobre la naturaleza, cuando todo el mundo escribe sobre los peligros o las ventajas de la Red, pero no sería ninguna locura dejarlo entrever. 


Posdata:
(Como conclusión quisiera aclarar una confusión, tan anecdótica e irrelevante en el conjunto del libro, como inesperada: en el poema "Coyoacán Revisitada" se atribuyen unos versos, unos muy famosos versos de Salvatore Quasimodo, a Ungaretti: "Cada uno está solo sobre el corazón de la Tierra, y de pronto anochece." Eso es todo).

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